¿Dónde está el problema?
Aprovechando que estos días estoy de vacaciones y ando bastante libre de tiempo continúo un poco con la historia.
Quizás alguien tenga curiosidad por saber qué pasó cuando al fin tomé la iniciativa y conté mi condición de "drogata". Como ya dije, la reacción era de esperar, pues nadie medianamente sensato pretende que le feliciten sus padres por consumir drogas, aunque ponga toda su buena voluntad en la confesión.
La reacción no tardó en llegar. Y se me "propuso" muy amablemente que asistiera a una psicologa e ingresara en un centro de desintoxicación. Cuando hablo de "proponer" quiero decir que en ese momento mi madre estaba aplicando la misma lógica que emplea con el plato de lentejas que "si quieres te las comes y si no también". Vamos, dicho claramente no se me daban más opciones. Y yo, en vista de cómo estaba la situación, muy amblemente acepté su "propuesta".
No asistí a más de dos consultas con la psicóloga cuando ésta ya me estaba dando largas. La mujer no entendía muy bien como alguien puede confesar que se droga de una forma tan abierta y sin el menor prejuicio. Y yo la verdad tampoco entiendo muy bien porqué alguien debería de callarse este tipo de cosas. Supongo que estos dos puntos de vista son tan distintos que chocan bastante. El caso es que después de hablar largo y tendido y tener una conversación bastante adulta, sin grandes prejuicios moralistas, no debió de ver en mí alguien con un fuerte problema de adicción (si es que hay alguno) tan grave como para ingresar en un centro al estilo Proyecto Hombre y similares. Supongo que hizo lo más sensato que pudo hacer: invitarme a regresar en el caso de necesitarlo verdaderamente.
Con esas mismas me marché de la consulta no sin antes comentarla que quien tiene un problema con las drogas no soy yo sino mis padres, ya que su poca o ninguna aceptación sobre el tema les impide reaccionar con ecuanimidad y justicia. Por otra parte, es comprensible este tipo de reacciones viniendo de quién viene . Pero de ahí a que sea el Estado quien me diga cómo y de qué manera debo de gestionar mis momentos de ocio y placer hay una gran diferencia, y más aún cuando la gente que me rodea a comprendido, al fin, que las decisiones que atañen a mi vida las tomo yo y nadie más.
Parece mentira que hoy en día aún tengamos que andar reclamando derechos individuales; pero así están las cosas. Os dejo.
Quizás alguien tenga curiosidad por saber qué pasó cuando al fin tomé la iniciativa y conté mi condición de "drogata". Como ya dije, la reacción era de esperar, pues nadie medianamente sensato pretende que le feliciten sus padres por consumir drogas, aunque ponga toda su buena voluntad en la confesión.
La reacción no tardó en llegar. Y se me "propuso" muy amablemente que asistiera a una psicologa e ingresara en un centro de desintoxicación. Cuando hablo de "proponer" quiero decir que en ese momento mi madre estaba aplicando la misma lógica que emplea con el plato de lentejas que "si quieres te las comes y si no también". Vamos, dicho claramente no se me daban más opciones. Y yo, en vista de cómo estaba la situación, muy amblemente acepté su "propuesta".
No asistí a más de dos consultas con la psicóloga cuando ésta ya me estaba dando largas. La mujer no entendía muy bien como alguien puede confesar que se droga de una forma tan abierta y sin el menor prejuicio. Y yo la verdad tampoco entiendo muy bien porqué alguien debería de callarse este tipo de cosas. Supongo que estos dos puntos de vista son tan distintos que chocan bastante. El caso es que después de hablar largo y tendido y tener una conversación bastante adulta, sin grandes prejuicios moralistas, no debió de ver en mí alguien con un fuerte problema de adicción (si es que hay alguno) tan grave como para ingresar en un centro al estilo Proyecto Hombre y similares. Supongo que hizo lo más sensato que pudo hacer: invitarme a regresar en el caso de necesitarlo verdaderamente.
Con esas mismas me marché de la consulta no sin antes comentarla que quien tiene un problema con las drogas no soy yo sino mis padres, ya que su poca o ninguna aceptación sobre el tema les impide reaccionar con ecuanimidad y justicia. Por otra parte, es comprensible este tipo de reacciones viniendo de quién viene . Pero de ahí a que sea el Estado quien me diga cómo y de qué manera debo de gestionar mis momentos de ocio y placer hay una gran diferencia, y más aún cuando la gente que me rodea a comprendido, al fin, que las decisiones que atañen a mi vida las tomo yo y nadie más.
Parece mentira que hoy en día aún tengamos que andar reclamando derechos individuales; pero así están las cosas. Os dejo.
Etiquetas: aceptación, Psicóloga
2 Comments:
Pero vuelve.
En mi opinión, no todo el mundo hace un uso responsable de su ocio y placer, como tú bien dices (y haces). De ahí el instinto sobreprotector del Estado y también el hecho de que tus padres, habiendo sido educados en otra época con una situación bastante diferente a la actual, crean que te encuentras en grave peligro.
No obstante, si tenemos en cuenta que lo que se pretende al fin y al cabo es proteger al ciudadano, no parece nada justo que drogas como el alcohol sean legales y muchas otras estén prohibidas, cuando sus efectos son menos nocivos. ¿Quién dibuja la línea de lo que es o no políticamente correcto?
Publicar un comentario
<< Home